El pasado 23 de marzo, coincidiendo con el Día Internacional de la Conciliación Responsable, la consejera de Bienestar, Juventud y Reto Demográfico, Nerea Melgosa, decidió dedicar unas líneas en GARA a la conciliación. Hablar sobre la conciliación siempre es positivo, y que lo hagan desde las instituciones refleja que desde el feminismo y la lucha sindical y social hemos colocado los cuidados en el radar de la administración.
El problema es que el radar de la consejera funciona, digamos, regulín. Es capaz de captar las ideas que siempre suenan bien en los discursos, pero cuando se trata de ver lo que realmente ocurre fuera de las cámaras y de los titulares, parece que pierde señal. No detecta, por ejemplo, las carencias gravísimas que sufrimos el personal del sector público...
En su artículo, para sorpresa de nadie, no hace ni una mención a la situación que padecemos en administraciones como Osakidetza. Porque claro, en el plano teórico, todo está perfecto: las medidas de conciliación son maravillosas y ayudan a reducir el absentismo laboral. Melgosa se muestra dispuesta a llegar a acuerdos con las confederaciones empresariales (Confebask) y cooperativas (MCC). Pero, ¿y el sector público? Ah, eso no aparece en el radar de la consejera. Es como si la realidad del personal público fuera una zona invisible. En Osakidetza, por ejemplo, tenemos un acuerdo de condiciones de trabajo anclado en el pasado y prorrogado desde 2009 que no recoge ninguno de los avances sociales y legales que se han dado en los últimos años.
Melgosa describe las medidas de conciliación como una forma de reforzar los sentimientos de pertenencia y lealtad hacia la organización. Y ahí es donde el radar, otra vez, parece fallar. Porque, ¿qué sucede en Osakidetza? En el hospital de Urduliz, por ejemplo, la solicitud de medidas de conciliación en Semana Santa es rechazada sistemáticamente. ¿Eso genera lealtad? Señora consejera, lo que genera es que el personal se sienta profundamente «unido» a la administración.
Además, las reducciones de jornada para el cuidado de familiares se conceden solo bajo criterios tan estrictos que muchas veces el personal no consigue autorización para los días que necesitaría para conciliar. Y si pides un permiso con más de un mes de antelación, la respuesta suele ser que «no hay personal para cubrirlo». En lugar de intentar cubrir las vacantes, prefieren no hacer nada. Un plan de conciliación brillante.
En Osakidetza tampoco tenemos permiso para llevar a nuestros hijos al médico, y si pides unas horas de asuntos propios, también lo deniegan, alegando que esos días deben tomarse en jornada completa. La adaptación de jornada, esa medida que permite al personal atender los cuidados sin perder poder adquisitivo, se deniega sistemáticamente. De esta forma, se obliga al personal a ir al juzgado para intentar acceder a un derecho básico.
Este es el día a día de la plantilla de Osakidetza. ¿Así es como el Gobierno Vasco cuida a quienes cuidamos? ¿Así se fomenta el sentimiento de pertenencia? No, señora consejera, con estas actitudes lo que se genera es el efecto contrario: desarraigo, desafección y un sentimiento de desamparo. Lo que mantiene a Osakidetza en pie es la lealtad de su plantilla hacia su pueblo y hacia la sanidad pública de calidad. Una lealtad que los radares que funcionan regulín no saben captar.